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jueves, 4 de septiembre de 2008

ASCENSION AL MONDALINDO 03,09,2008

El Mondalindo (1831 mts.) es uno de los grandes de la sierra de Madrid, y seguramente el mas solitario. Ya llevaba bastante tiempo pensado en hacer una ruta que me llevara hasta su cumbre y hoy a sido el día. Ha sido una escapada gratificante, descubriendo nuevos caminos y disfrutando de unas vistas increíbles, de lo mas impresionante de la sierra, el inmenso espacio que se abarca desde su cumbre, por cualquier lado que mires, es una buena recompensa para el esfuerzo que supone llegar hasta allí, salvando un fuerte desnivel y porteando la bici algún trecho.

Perder altura de salida sabiendo que tienes por delante una buena ascensión siempre me ha fastidiado, pero esta mañana tan agradable te anima a olvidarte y disfrutar. Un pequeño callejeo por Bustarviejo y tomamos la cañada que nos lleva hacia el puerto del Medio Celemín, que hoy nos va a servir de calentamiento. A pesar de su poco desnivel es penoso de rodar por el mal estado de la pista, plagada de piedra suelta donde los patinazos y falta de tracción son constantes.

Desde el collado del puerto el inmenso valle del Lozoya está dominado por el color pajizo de las hierbas secas, el aire esta turbio y hay un ambiente de tensa espera de las lluvias del otoño ya próximo. Un entretenido descenso requiere nuestra atención, después del cual, ya en las cercanías de Lozoyuela, tomamos el desvío hacia Garganta, punto en el que empieza la larga subida que nos llevara hasta la cumbre.

Alternamos rampas empinadas con largos tramos de subida tendida y cómoda, de pista en buen estado con trechos pedregosos, de zonas despejadas con pinos militarmente alineados, y nos tocara bajarnos varias veces para traspasar puertas que controlan el paso del ganado. Según ganamos altura el paisaje se agranda, el valle del Lozoya se nos muestra desde una perspectiva nueva. El pinar se va espesando y sus sombras nos ofrecen un frescor que se agradece, ya que cuando el viento se detiene el calor resulta un tanto agobiante. Algunas paradas para disfrutar de las vistas o para saborear las primeras moras de la temporada hacen aun mas llevadera la ascensión.

La pista se acaba bruscamente, sin caminillo ni sendero que la de continuidad, así que no queda mas remedio que trepar por una incomoda y empinadísima ladera unos 300 metros agotadores, hasta la mismísima cuerda de cumbres. Aquí un retorcido y casi fantasmal sendero nos lleva entre las piedras, a veces encima de la bici a veces al lado, hasta la marca geodesica que adorna la cima del Mondalindo.

El aire espeso de la calima enturbia la visión del inmenso horizonte que nos rodea, lo saboreamos a la vez que un reconfortante bocadillo.

Disfruto descendiendo por una trazada apenas insinuada entre las piedras, aunque como mi habilidad técnica es mas bien justita me toca desmontar mas de una vez, y mas de dos, pero es una gozada recorrer este sendero que serpentea por la mismísima línea de cumbre. La pendiente se suaviza y nuevamente el camino se pierde, así que directamente pedaleamos campo a través atravesando unas verdes graderías donde las vacas y los caballos pastan o descansan en las zonas mas verdes.

Hay que pedalear con fuerza para traspasar el muro de ramas que esconden un divertido y sinuoso senderillo que llanea desde el Collado Abierto, rodeando Cabeza de la Braña, los altos matojos cubren la altura de la bicicleta en la que hacen un buen trabajo de limpieza, y de paso nuestras piernas. Bruscamente llegamos al pinar que se extiende por las alturas del puerto de Canencia hasta el que llegamos en rápido descenso por una buena pista. Carretera hacia Miraflores. Poco antes del pueblo tomamos un relajante camino, y acompañados por el meloso olor de la jara recalentada llegamos a destino, completando así una jornada fenomenal.

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